No sé si alguna de vosotras os ocurre, pero yo tengo horas de insomnio cada noche. La naturaleza es muy lista y prepara al cuerpo para aguantar las noches con nuestros bebés, pero en mi caso no se ha aplicado en desacostumbrarlo. Desde mi primer embarazo me despertaba a las 3 ó 4 cada noche. Luego fui empalmando uno con otro...con lo que llevo 7 años despertándome cada noche a esa hora aproximadamente sin ningún sueño...es un verdadera faena. Si le busco el lado positivo, durante este tiempo no sólo me agobio por problemas que a estas horas se me hacen todavía más complicados, sino que también me da para pensar y para escribir este blog por ejemplo
Una de las cosas en las que he pensado mucho últimamente es en la felicidad. Y es que el otro día, en una película, una amiga le preguntaba a la protagonista si era feliz. Cuando me desperté esa madrugada, me dio por pensar en ello.
Sería muy injusta si dijera que no, sobre todo sabiendo que hay gente muriendo de hambre, sin trabajo, sin recursos, sin salud, sin familia...y yo tengo todo eso. Llegué a la conclusión que la felicidad es la suma de momentos. Cada día puede haber momentos de estrés, agobios o incluso enfados, pero casi siempre hay momentos de felicidad. Aunque sean escenas de segundos. Y son sensaciones que no se olvidan. En mi caso, son sobre todo los abrazos de mis hijos, cuando vienen corriendo diciendo mamáaaaaa y se tiran a mis brazos, cuando bailan, cuando se lo pasan pipa sin darse cuanta que los miro, cuando se abrazan entre ellos...muchos pequeños pero grandes momentos...hasta que mi hija le pega un mamporro a mi hijo...ahí acaba la paz. Pero ese momento de felicidad ha existido. Incluso una ducha después de un día duro o un chocolatito en el sofá con los pies en alto, echarte unas risas con tus amigas, ver una serie que te engancha, echarte una siesta después de una comilona, leer un buen libro, tomarte la pieza de bollería que tanto te gusta y que tienes prohibida...
un caprichito en uno de mis hornos favoritos mientras mando unos mails |
Ayer, por ejemplo, estuve media horita por el casco viejo de mi ciudad (Valencia-España)y disfruté tanto... de la vidilla, de los monumentos, del sol, de los músicos callejeros...
Pensé: "¡qué bonita es mi ciudad!", "¡qué suerte de poder pasear!" (sobre todo después de ver a una joven en silla de ruedas, "¡qué suerte de poder comerme este bocata de tortilla!" (después de ver a indigentes pidiendo para comer). Me senté en las escalerillas de la plaza de la Virgen viendo la catedral y la basílica, y con el sonido de fondo del agua de la fuente... Qué paz. Parar rematar: un violinista delante de mí poniendo banda sonora de la escena.
Viví ese momento como la felicidad absoluta.
La Real Basílica de la Virgen de los Desamparados |
Puerta gótica de la Catedral de Valencia |
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