La verdad es que el pobre cornudo o cornuda, muchas veces, es el último en enterarse... es una pena, sobre todo como dices cuando hay niños por en medio. Pero no creo que la gente esté tan ciega. Lo que pasa es que a veces miramos para otro lado, queriendo o incluso sin querer.
Una persona normal, que no sea un sádico ni un retorcido, (y lo digo en masculino, pero vale para todos los sexos), no pone los cuernos a la primera de cambio. Hay seguro un deterioro de la relación previo, una pérdida de intimidad, de confianza... llámese X, que seguro se ha dado en la pareja.
Todos vamos muy acelerados y a veces no nos paramos a reflexionar. Es más cómodo pensar que la vida cambia, que no hay tiempo para todo, que esto o lo otro es lo primero... en fin, que en algunas ocasiones no cuidamos el jardín y, de repente, cuando nos damos cuenta está lleno de malas hierbas.
No estoy disculpando la infidelidad, en absoluto, pero si bien hace unos años mi punto de vista era más extremo en este tema, con el paso del tiempo creo que hay que ser más preventivo que punitivo y que hay que hablar mucho las cosas.
Evidentemente existe una gran diferencia entre un polvo de una noche y una amante de largo recorrido; en el segundo caso hay un engaño y mentira constante, muy difícil de perdonar y también de comprender, pero que, si hay un mínimo de diálogo en la pareja, esto es muy raro que suceda de buenas a primeras.
El aguantar por los hijos es un grave error. Los hijos se merecen un hogar en el que se respire amor y respeto y los cuernos consentidos no son ni lo uno ni lo otro. Luego está el que lo sospecha o lo sabe cierto pero que como lleva un nivel de vida muy bueno con su pareja mira para otro lado. Yo lo considero una forma de prostitución pero no lo juzgo.
En fin, que pasa en las mejores casas. Que nadie se crea libre ni a salvo y, en este caso, creo que es como la mujer del César: hay que ser buena/o y parecerlo.
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