lunes, 3 de junio de 2013

LAS SIESTAS DE TU MARIDÍN EN CASA DE TU SUEGRA

Los días de comida en casa de la suegra, salvo gratas y raras excepciones, suelen tener un patrón común.
Tú llegas con toda tu caterva bien vestida y bien peinada a tiempo para socializar y ayudar a poner a la mesa o a ultimar los últimos detalles del festín. Tus cuñadas/os llegan con el tiempo justo para sentarse (si es que no llegan tarde y se enfría la sopa) y engullir.
En esos momentos previos a pasar a la mesa del salón, tu suegra en la cocina te pone al día de todos los dimes y diretes de la escalera de vecinos o de sus amistades íntimas o de sus hijos e hijas ausentes. Mientras, tú intentas evadirte, pensando en lo que te vas a comprar esa tarde en cuanto salgas por la puerta como premio a tu aguante. El secreto está en que hay que poner cara de interés y asentir de vez en cuando. Si pierdes el hilo sólo tienes que repetir su última frase captada y añadir alguna muletilla para salir del paso.
La comida es más llevadera porque no soportas el foco de atención y te puedes centrar en tus hijos (eres una madre atenta y cariñosa con tu prole).
Pero inmediatamente después de la última cucharada del postre viene lo peor: la desbandada de cada cual a dormir la siesta a su butaca/sillón/incluso habitación de soltero/a de todos los que han compartido la mesa contigo, incluido tu maridín. Yo los he visto hasta dormir de pie.
La revista de turno o la tele te dan a veces un capote, pero no es plan.... cuentas los minutos.  Y, en cuanto tu caterva empieza a espabilar, comentas todo lo que tenéis que hacer esa tarde sin falta, urgente, súper importante y sales por piernas con los abrigos a medio poner.
Ya en el coche, la eterna pregunta: “¿Para qué venimos a casa de tus padres si te la pasas sobando?”, y la eterna respuesta: “Cariño, eres la mejor”. Y tú vas y sonríes y piensas en el desfalco que vas a cometer esa tarde con la tarjeta cuando dejes a tu prole en casita a buen recaudo.



La verdad es que yo he optado también por hacer la siesta en casa de mis suegros. Tengo la mayor de las suertes porque me olvido de los niños la mayor parte de la velada. Aunque me gustan mucho las sobremesas, hay ocasiones que no puedo mantener los ojos abiertos.
Sin embargo, lo de los maridos es alucinante. Coincido totalmente. ¡Es que de repente desaparecen! Ni siquiera dicen que se va a descansar. Sigilosamente se escabullen.
(¡¡¡Ya podrían ser así de silenciosos por las mañanas cuando se van a trabajar; cuando nos despiertan abriendo cajones, cerrando puertas o con la alarma del móvil!!!!)
Yo lo que intento es que, al menos, se lleve a uno de mis hijos y que lo haga dormir con él. Eso sí claro, si lo pillo a tiempo.

Ahhh y lo de llegar todos bien vestidos y peinados...en mi caso pasó a la historia. Generalmente los niños van monos, pero yo hay veces que paso de todo. Y es que la confianza da asco.



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